domingo, 22 de enero de 2012

Noctámbulos recorrieron la ruta del primer asesino en serie de Costa Rica

Cierre del Nocturbano
        Cegado por el odio el manco Beltrán Cortés le pegó tres balazos al doctor Ricardo Moreno Cañas. Corrió unas cuadras y descerrajó dos tiros al médico Carlos Echandi. Se le atravezó el canadiense Arthur Maynard y lo mató. Antes  de ser cazado hirió a dos peatones más. Sangre, terror y muerte sacudieron la modorra josefina, aquella noche del 23 de agosto de 1938.

La ruta furiosa del primer asesino en serie nacional fue revivida este 18 de enero –entre 6 y 8 de la noche- por un grupo de 85 noctámbulos, quienes iniciaron el recorrido del criminal en La casa del cuño, edificio de la Aduana, por donde vieron pasar al asesino tras matar al mítico doctor en la propia sala de su casa, ubicada tres cuadras al sur de la vieja estación del ferrocarril al Atlántico.

El periplo fue parte de la edición XXXIV de Nocturbano, una caminata citadina de 1.3 km con breves paradas en sitios de interés histórico cultural, aderezadas con anécdotas y curiosidades que terminan en algún café cercano.

Precisamente, el maratón sangriento de Cortés fue la excusa ideal para reunir de nuevo a estos extravagantes que recorrieron, en poco más de dos horas, las calles del Barrio Otoya, los alrededores del Hospital Calderón Guardia, la entrada al Parque Zoológico Simón Bolívar, la Casa de los Siete Ahorcados y la vieja residencia del pintor Max Jiménez, sede de la Universidad Hispanoamericana.

Al pasar por el hospital, los transhumantes recordaron que ahí las mujeres inyectaban su orina a un sapo, para saber si se encontrabn en estado de buena esperanza, siempre que el batracio muriera a las dos semanas.

Cuando acabó el recorrido los paseantes departieron en un pic nic con Ayal Bryant y Roberto Guzmán, fundadores del proyecto Chepecletas, impulsores de esa iniciativa que pretende rescatar ese medio de transporte, para que los ticos conozcan su capital, reconquistando los espacios públicos, sin miedo a la delincuencia en procura de dar vida a parques, restaurantes y cafés.

De regreso a sus casas, los nocturbanos recordaron las razones del crimen de Cortés: impericia médica, venganza política o un acto de locura; el secreto se lo llevó a la tumba Beltrán, temible nombre que las madres –positivas tras la muerte del sapo- jamás pusieron a sus hijos.



                                             

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